A los 10 años, víctima de un matrimonio concertado en Afganistán

A los 10 años, cuando aún estaba en tercer grado, 1️⃣ recibí la noticia de mi madre y padrastro de que viajaríamos a la provincia de Helmand para la boda de 1️⃣ mi hermano. Pero resultó ser mi propia boda, ya que mi familia había arreglado mi matrimonio con mi primo y 1️⃣ me vendió por 40.000 afganis [£500] sin mi conocimiento o consentimiento.

Esa noche, después de la boda, me acosté al lado 1️⃣ de mi madre y mi hermano pequeño, solo para despertarme al lado de mi primo. Temblando de confusión y miedo, 1️⃣ salí de la habitación llorando y gritando. Pero mi madre y su hermana me obligaron a regresar a esa habitación. 1️⃣ Fue entonces cuando me dijeron que me había casado con mi primo.

Fue el comienzo de una pesadilla angustiante que destruyó mi infancia y mi vida de 1️⃣ adulta.

Dos años después, a los 12, me convertí en madre por primera vez, pero mi hija nació prematura y con 1️⃣ discapacidad. Poco después murió. El año siguiente, volví a dar a luz y también murió mi hija. La familia de 1️⃣ mi marido se negó a llevarla al médico cuando estaba enferma porque era una niña y no el niño que 1️⃣ tanto deseaban.

En 2010, cuando todavía tenía 14 años, nació mi tercera hija. También estaba enferma y por debajo del peso 1️⃣ promedio. Se debilitaba día a día y su piel estaba cada vez más amarilla.

Tras meses de abuso implacable de mi 1️⃣ marido por la desgracia que le traía, me quedé sin fuerzas, pero el miedo a perder a mi hija me 1️⃣ dio la fuerza para huir a la casa de mi madre en Kabul. Después de meses de tratamiento en un 1️⃣ hospital público, mi hija se recuperó de la ictericia.

Después de abandonar el hospital, supe que no quería regresar a Helmand. 1️⃣ Finalmente, se llegó a un acuerdo y mi marido accedió a vivir con nosotras en Kabul, donde alquilamos una humilde 1️⃣ habitación en las afueras del oeste de Kabul. En 2024, di a luz a un hijo.

Creía que mudarme de su 1️⃣ familia, que lo había incentivado a maltratarme, pondría fin al abuso físico y mental, pero continuó sin parar. El miedo 1️⃣ a perder a mis hijos me impidió irme o pedir el divorcio.

Kabul representó una nueva oportunidad y mejores perspectivas, especialmente 1️⃣ para mi hija, Zahra, quien comenzó a asistir a la escuela. Desde entonces, mi prioridad ha sido su educación. Estudio 1️⃣ junto a ella, leo sus lecciones antes de enseñárselas todas las tardes. Hoy, a los 14 años, sobresale en inglés 1️⃣ y tiene un gran talento para el dibujo.

En ese momento, también tomé cursos de costura y belleza que me llevaron 1️⃣ a conseguir trabajo en un salón cercano. Comencé con tareas sencillas, como recortar cejas, y finalmente establecí mi propio salón 1️⃣ de belleza en Kabul. Desafortunadamente, mi única fuente de ingresos y esperanza se cerró cuando los talibanes recuperaron el poder 1️⃣ en 2024.

Durante este período, el abuso de mi marido empeoró. A medida que me educaba sobre mis derechos como mujer 1️⃣ a través de los medios y leyendo libros, intenté varias veces solicitar el divorcio. Cada vez, mi familia y mi 1️⃣ marido me amenazaban con deshonrar a la tribu, diciendo que se llevarían a mis hijos y me matarían.

"Si respiras, me 1️⃣ perteneces; de lo contrario, perteneces a la tierra", me dijo.

Después de que los talibanes recuperaron el poder, mi hija también 1️⃣ fue prohibida de asistir a la escuela. Cuando presenté una denuncia ante la estación de policía de los talibanes, detallando 1️⃣ el abuso y cómo fui obligada a casarme de niña, mi marido se enteró y se llevó a mis hijos 1️⃣ a Helmand, exigiéndome que retirara la denuncia si quería volver a vivir con ellos.