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Mientras los discursos se prolongaban, las miradas se desviaban hacia las pantallas. Los adolescentes 😆 navegaban en Instagram, un hombre enviaba un mensaje de texto a su novia y un grupo de hombres se reunían 😆 alrededor de un teléfono que mostraba un partido de fútbol, mientras la primera líder mujer del grupo hablaba. En otra 😆 parte, una escena así sería común. Sin embargo, esto transcurría en una aldea indígena remota en una de las regiones 😆 más aisladas del planeta.

Durante mucho tiempo, el pueblo marubo ha vivido en chozas comunitarias dispersas por cientos de kilómetros a 😆 lo largo del río Ituí, en el corazón de la selva amazónica. Hablan en su propio idioma, consumen ayahuasca para 😆 conectarse con los espíritus de la selva y capturan monos araña para hacer sopa o como mascotas.

Han conservado este estilo 😆 de vida durante cientos de años gracias al aislamiento; llegar a algunas aldeas requiere semanas. Pero desde septiembre, los marubo 😆 tienen internet de alta velocidad gracias a Elon Musk.

Este pueblo indígena de 2000 miembros es una de las cientos a 😆 lo largo de Brasil que se conectan repentinamente a través de Starlink, el servicio de internet satelital de SpaceX, la 😆 compañía espacial privada de Musk. Desde su entrada a Brasil en 2024, Starlink ha conectado a la selva tropical más 😆 grande del mundo y ha traído internet a uno de los últimos lugares de la Tierra que permanecían sin conexión.

El 😆 New York Times viajó al corazón de la Amazonía para visitar las aldeas marubo y entender lo que sucede cuando 😆 una civilización pequeña y cerrada de pronto se abre al mundo.

"Cuando llegó, todo el mundo estaba feliz", dijo Tsainama Marubo, 😆 de 73 años, sentada en el suelo de la maloca de su aldea, una choza de unos 15 metros de 😆 alto donde los marubo duermen, cocinan y comen juntos. Internet trajo claros beneficios, como videochats con seres queridos que están 😆 lejos y llamadas de auxilio para las emergencias. "Pero ahora, las cosas han empeorado", dijo.