El 5 de abril de 2010, un hombre alto y 7️⃣ delgado con una melena plateada se dirigió a un podio en el National Press Club en Washington, D.C. Había estado 7️⃣ operando un sitio web de noticias poco conocido desde Islandia durante cuatro años, intentando y fallando en encontrar una exclusiva 7️⃣ que encendiera el mundo. Muchos de los 40 o así periodistas que asistieron (entre ellos, yo) habían oído hablar poco 7️⃣ de él.

Sin embargo, su propuesta era difícil de ignorar. Tres días antes, habíamos recibido un correo electrónico prometiendo un "video 7️⃣ clasificado previamente no visto" con "pruebas dramáticas y nuevos hechos".

Pero incluso este poco de hipérbole podría haber subestimado lo que 7️⃣ sucedió después de que el hombre, Julian Assange, diera play. La naturaleza de la prueba - el volumen y la 7️⃣ granularidad de las pruebas digitales, junto con los caminos a través de los cuales vienen a la luz - estaba 7️⃣ a punto de cambiar.

Antes, la información que goteaba de los insiders al público estaba en gran medida circunscrita por las 7️⃣ limitaciones del papel. En 1969, había llevado a Daniel Ellsberg una noche entera copiar de forma encubierta un estudio secreto 7️⃣ de la Guerra de Vietnam que se convertiría en conocido como los Papeles del Pentágono.